Una estudiante estadounidense, fue testigo de una situación bastante desagradable en el supermercado. Como de costumbre, la chica fue de compras a un supermercado. Habiendo recogido todos los productos necesarios, se unió a la fila del mostrador. Y aquí está lo que ocurrió después.
Los supermercados suelen proporcionar a sus clientes el servicio de embalaje de las compras. En este mostrador, este servicio le correspondía a un joven con síndrome de Down muy eficiente. Cuando llegó el turno de la chica, él le preguntó gentilmente si estaba bien esa bolsa o quería una más grande.
La chica pidió otra, ya que la anterior estaba rota. En ese momento, una señora se pudo a reclamar sobre el tiempo de espera: “¿Cuánto tiempo debo permanecer aquí? ¡Date prisa!” La chica respondió con calma: “Ya estoy haciendo el pago. Usted es la siguiente.”
Con una nueva ola de indignación, la señora estalló, quejándose: “¿Y qué? ¿Eres tan tonta como este niño enfermo? ¿Cómo puede alguien emplear a personas discapacitadas? ¡Son completamente inútiles!” El chico intervino en la conversación, defendiendo a la joven. Él alegó que la chica es inteligente, porque va a la universidad y señaló su mochila.
La joven se sintió apoyada y también defendió al chico diciendo que es un excelente trabajador. El chico se ofreció a llevar las bolsas de la universitaria, pero la señora siguió insultándolo, llamándolo perdedor e incluso pidió quejarse con el gerente.
Afortunadamente la cajera intervino en defensa de su compañero, y le dijo a la mujer que no la atendería. La señora indignada seguía mostrando su cólera, hasta que llegaron los guardias de seguridad para llevársela y ponerle una falta administrativa.
Desafortunadamente, esta es una historia real. Las acciones ofensivas siempre son castigadas. A veces la vida envía el castigo inmediatamente, a veces toma un poco más de tiempo. Hay quienes necesitan nuestra ayuda, y sólo personas verdaderamente comprensivas ayudan a los ofendidos.
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